Llevamos ya casi 10 conciertos presentando “Coma”, y en todo este tiempo han pasado muchísimas cosas buenas y alguna no mala pero lo suficientemente “no buena” como para aprender de ella. Por eso el sentido de reflexiones como esta, simplemente una autoayuda musical y personal. Hoy hablamos de la sensación que a veces tiene un músico cuando toca en directo.
Y es que en este camino de la música tocar en directo es muy parecido a una churrería.
Hacer churros es un arte. No sé cuantos de vosotros habéis visto hacer churros. Primero hacen la masa, luego la meten en la churrera y luego con un dedo hacen el nudo del churro y lo fríen. Espectacular. La gente pensaría que es fácil hacer churros. ¡Una porra¡ (nunca mejor dicho). El que hace churros es un profesional, aunque le paguen poco para vivir sólo de eso. En la música pasa lo mismo.
En el arte de hacer churros son necesarios tres componentes fundamentales: el churrero, la churrería y el cliente. Todo forma parte de un delicado equilibrio. Aunque un buen churrero piense que él solo podría hacer churros, no es así. Los tres ingredientes deben estar en la cantidad adecuada.
INGREDIENTE 1.- EL CHURRERO
Los hay de todos los tipos, mejores o peores, de profesión o de vocación. Los que tienen un don natural para hacer churros y los que son cabezotas y deciden aprender con paciencia ese noble arte. Luego hay especialistas. Algunos hacen porras gordotas, otros churros bañados de chocolate, pero todos están ricos, según los gustos y el momento.
Pues bien el churrero es el músico.
El churrero siempre está preparado para cuando a alguien le apetezca un buen churro. Ya sea un miércoles o un sábado por la noche. El churrero nunca se enfada si un cliente suyo no le apetece churros un miércoles. Lo entiende.
También entiende si hay amigos a quien no le gustan sus churros, o no los pueden tomar porque están a dieta, por ello no dejan de ser sus amigos.
Eso sí, el músico churrero siempre trata de hacer los mejores churros del mundo tenga o no tenga clientes y sobre todo agradece mucho cuando los tiene.
Además es una cosa pasional, el churrero lo hace con toda la ilusión del mundo, le va la vida en ello. No concibe la vida sin hacer churros, y daría lo que fuera por estar todos el día haciendo churros y ganarse la vida de ello. Algunos lo consiguen.
INGREDIENTE 2.- LA CHURRERÍA
En las churrerías preparan las mesas, las sillas los platos, etc. Por otra parte también tienen un sitio para que el churrero pueda trabajar a gusto, ponen a su disposición los mejores ingredientes.
Lo malo es que por desgracia a algunas churrerías le importa un churro (juego de palabras) como salgan los churros (valga la redundancia). Lo que les importa es vender más y ganar más dinero para poder pagar el alquiler de la churrería.
Pero en todo esto no hay una regla. Hay churrerías feas y cochambrosas pero como te pillan a las 7 de la mañana y te reciben con una sonrisa terminando una borrachera pues son los mejores churros de tu vida, y encima te libran de una resaca. Otras churrerías son muy elegantes pero te sirven chocolate frío o los churros son finos y saben a aceite requemado.
Pues bien, las churrerías son las salas de directo y también son imprescindibles para que el churrero pueda ejercer su profesión.
Pues en la música es lo mismo. A veces tocas en cuchitriles donde el sonido es criminal, las sillas son incómodas pero hay otra serie de factores que hacen todo más acogedor y al final te sientes a gusto. Otras el local es el ideal para que sea una experiencia perfecta, pero se juntan varios factores que te joden la dulce sensación de un gran churro – concierto.
INGREDIENTE 3. EL CLIENTE
El público es el elemento más importante, sin duda. Sin público ya puedes ser el mejor churrero, y hacer los churros más deliciosos en la mejor churrería, que si nadie los quiere comprar. Nada tiene sentido.
A la clientela se le debe tratar con cariño y con respeto. El churrero lo da todo por su clientela fiel. Sabe que cuanto mejor sea su clientela mejores ingredientes podrá comprar para hacer su masa y seguir haciendo mejores churros. Es un círculo vicioso.
Muchas veces el churrero piensa que no va a tener clientes suficientes, y de repente un cliente le trae a un nuevo amigo, que luego se vuelve un cliente acérrimo. Y sobre todo para el churrero es maravilloso cuando alguien prueba sus churros y le gustan, se siente el mejor churrero del mundo y eso le ayuda a seguir aprendiendo y mejorando.
La perfecta combinación de estos tres ingredientes será algo extraordinario. Pero por desgracia a veces esta ecuación se desequilibra.
EL CONFLICTO CHURRERO
Porque no todo es tan fácil ni bonito a la hora de hacer churros. El churrero y el dueño de la churrería piensan diferente por naturaleza.
El churrero bastante tiene como para hacer los mejores churros, no tiene ni la experiencia ni el dinero para montar una churrería propia y prefiere centrarse en seguir aprendiendo el noble arte del churro para hacer cada vez unos churros mejores. Él sabe que si no hay churrería no podría hacer ni distribuir sus churros.
Por otra parte el dueño del local no sabe hacer churros, ni le importa, a él no le importa el arte con que se hagan los churros, le importa que su negocio vaya bien. Pero debe entender que sin churreros no hay churros y por tanto no hay negocio. Incluso es más fácil que un churrero sin churrería se gane la vida, que una churrería sin churrero lo haga.
Axioma 1.- El arte y el dinero son amigos antagónicos condenados a entenderse. Es lógico que tengas un local y quieras sacarle el mayor beneficio posible. Eso está claro. Pero todo tiene un equilibrio.
Lo malo es que este equilibrio ideal está a veces desplazado. La churrería casi nunca contrata al churrero. Le paga en función de la gente que compra sus churros y encima le exige un mínimo de churros vendidos. Eso sí los cafés y los chocolates no cuentan.
Por ejemplo si va sólo un cliente y por tomarse unos churros se toma 30 cafés, y la churrería hace una caja espectacular, el churrero no ve ni un euro, cosa injusta porque la gente viene por sus churros no por el café. Conclusión la churrería pocas veces pierde. El churrero pocas veces gana.
También hay que tener en cuenta que para la churrería trabajan varios churreros. Pero normalmente los churreros sólo trabajan un par de días al mes, no por falta de ganas si no porque sobrarían churros y faltarían clientes. Por tanto por analogía, un concierto como tal, es más importante para el músico que para la sala.
Y finalmente otro detalle a tener en cuenta: nadie iría a una churrería sin churros.
Así que la realidad es que el músico churrero consigue una fecha, hace toda la publicidad que puede, consigue que un miércoles haya gente que pague 8 eurazos por sus churros, y cuando te das cuenta entre hacer la masa (ensayos, tiempo, etc.) con no palmar pasta se da con un canto en los dientes.
Luego sin rencor ve lo que la churrería no se ha movido nada por vender tus churros, ni siquiera en la carta del mes, ni en cartelería, ni en publicidad en revistas, ni e-mails a sus listas de distribución churreras. Resumiendo su inversión en el negocio es un número con dos decimales “0,00″.
Axioma 2.- Sin churros no hay paraíso. La churrería no puede pretender que el churrero le llene el local y le haga los churros y encima le sirva en las mesas y luego el dueño se quede con la mayor parte de la recaudación.
Ambos deben entender que si el negocio gana, deben ganar los dos. Que aunque lo del churrero sea más vocacional, no es menos que el otro elemento. Por suerte o por desgracia hay muchos churreros en el mundo y el dueño del local se aprovecha de ello. Pero por dsgracia muchas veces el dueño de la churrería trata al churrero como a gallinas de huevos de oro.
Y aunque la churrería es un negocio (eso lo sabemos todos), lo malo es que con el afán de vender más churros a veces usan aceite frío o requemado y se olvidan de dos cosas fundamentales.
La primera que la cocina se hace con amor, y cuanto menos amor peor sabe.
Y la segunda que en el fondo la churrería (la música) es un arte que da un negocio, pero un arte.
Y hay cosas que no te hacen sentir eso como músico. Como cuando tocas en directo y te encuentras con un taburete caliente. Los taburetes calientes son como las camas calientes. Cuando te vas a sentar en el taburete para tocar resulta que el taburete está más caliente que el conflicto del Sahara, porque ya han tocado dos personas antes y puede que luego venga otra más detrás.
Tampoco le gusta al músico cuando le clavan en las consumiciones a su público, o cuando ponen la entrada muy alta. El músico por definición siempre prefiere ganar menos y que vaya más gente, o que esa gente esté más a gusto.
Pero el dueño de la churrería no suele pensar lo mismo. Todo por rentabilizar el alquiler. Eso es lógico y posible, pero con un equilibrio.
Axioma 3.- La avaricia rompe el churro. La churrería debe tratar bien tanto al churrero como a la clientela. Los malos gestos hacia el churrero son desagradables pero hacia la clientela son imperdonables.
Por ejemplo, los malos gestos del local hacia al músico son desagradables como la impuntualidad, tiempo insuficiente para preparar el sonido, pago tardío e escaso, etc. Quedan en la desagradable trastienda de las bambalinas.
Pero los malos gestos hacia el público es algo totalmente inexcusable como los precios desorbitados por las consumiciones, hacinamiento en las colas, demoras innecesarias, y que a la larga repercuten en los clientes del churrero y de la churrería. Todos pierden.
La gente incluso puede llegar un día a preferir merendar tortitas en su casa. Cada mal gesto hacia el público son piedras sobre su propio tejado de ambos, pero principalmente para el tejado del churrero.
CONCLUSIÓN
Como resumen final, como Telepizza, lo importante está en la masa (de gente). Tanto churrero como churrería deben tener presente que sin personas que consuman churros, no hay churreros ni churrerías que valgan. Y que ya puedes saber hacer los mejores churros o tener una churrería en la Puerta del Sol, que sin clientes no hay nada que hacer.
Por tanto el churrero deberá esforzarse por hacer mejores churros, listos y preparados para cuando a la gente le apetezca tomarlos. La churrería por su parte deberá luchar por tener todas las mejores instalaciones y tratar bien a su churrero y a sus clientes.
Todo para que los parroquianos (los de siempre y los futuros), se sientan a gusto y disfruten del final de una receta que aunque parezca sencilla, consta de muchos ingredientes que son el producto de un largo y cuidadoso trabajo.