Si me preguntaran cual es la mayor satisfacción que me ha dado la música en estos últimos años, lo tendría muy claro, no lo dudaría ni un momento.
No diría tocar en un bar lleno de gente, ni cuando alguien te dice que se ha emocionado con alguna canción tuya, ni siquiera cuando a veces el público canta un estribillo más alto que uno mismo, no diría eso (aunque también).
Diría que el mejor regalo que me he encontrado en el camino ha sido conocer a gente tan maravillosa y haber compartido con ellos todos esos momentos únicos e irrepetibles.
Valga este emocionado post para recordar nuestra escala de valores. Ojalá siempre lo tengamos claro y nunca por muy lejos que lleguemos, olvidemos que la ilusión en las pequeñas cosas debería ser la gasolina que siempre mueva todos nuestros actos.
Especialmente dedicado a Davile Matellán, ex-cantante de Magnética y uno de los grandes tesoros con los que me he cruzado en el camino y del que he aprendido y aprenderé mucho como persona y como músico.
La historia comienza en un pequeño pueblo de cataluña. Dentro de uno de los deportes más competitivos que hay, el fútbol, aparecen un grupo de chavales que a pesar que intentarlo con todas sus fuerzas no son capaces de ganar nunca un partido.
Para muchos, esto sería un motivo en sí mismo para plantearse las cosas y abandonar. Muchos lo hubiéramos hecho. Sin embargo para estos valientes el hecho de ni siquiera ser capaces de meter un gol a ningún equipo no es más que una mera anécdota. Disfrutan perdiendo.
Axioma 1.- Los objetivos son como los culos, cada uno tiene el suyo.
Esto nos lleva a pensar que aunque pudiera parecer que los objetivos tanto en el deporte como en la vida podrían ser universales (como por ejemplo ganar) no es así. Lo que para alguien puede ser un flamante éxito para otros puede ser un rotundo fracaso y viceversa.
Muchas veces influenciados por la presión social aprendida o por una excesiva autoexigencia, nos empeñamos en utilizar objetivos de otros, aunque cuando en el fondo sabemos que nosotros aspiramos a cosas diferentes.
Esto es normal, el ser humano es un animal de imitación, como nuestros abuelos los monos, como diría Punset. Esto se demuestra porque si nos metieran en una jaula llena de gente donde todos se están metiendo un lápiz por la nariz, y viéramos un único lapiz libre encima de un armario, no tardaríamos ni dos minutos en tratar de alcanzar ese lápiz para luego introducírnoslo en nuestras fosas nasales, al igual que todos nuestros semejantes, sin pensar si ese acto es bueno o malo.
El problema es que en este hipotético caso y aunque nos cueste más o menos conseguir el lápiz, al introducir dicho elemento por nuestras napias, experimentaríamos un dolor, y descubriríamos que no es nada placentero, de hecho da grima. Por lo que llegamos a la conclusión del segundo axioma.
Axioma 2.- Luchar por objetivos erróneos puede significar que si los logramos conseguir algún día, puedan no suponer en absoluto el placer que imaginábamos.
Dicho esto puede que algún vicioso obtenga un placer inusitado metiéndose un lápiz por la napia, de hecho los hay. Yo ahí no me meto.
De hecho hay casos documentados en los que algunas personas han tenido que ser operados para sustraer este u otros objetos punzantes de sus fosas nasales. Por ejemplo Homer Simpson.
Sin embargo este hecho no implica que como Homer lo hizo, ahora todo el mundo debamos hacer lo mismo.
Cada persona es un mundo, por eso los objetivos no tienen porqué ser los mismos para todas las personas, por mucho que a veces parezca lo contrario.
Y por último está la idea que los verdaderos alicientes de la vida en los que todo el mundo deberían coincidir, a veces son los más simples y los menos valorados.
Muchas veces nos complicamos en buscar objetivos estratosféricos, los cuales son casi imposibles de conseguir, lo que provoca frustración y perdida de ilusión. Mientras que si valoráramos más los pequeños pasitos que vamos dando cada día, se dsifrutaría mucho más el camino.
Axioma 3.- Es cuestión de matemáticas. Vale más y es más sencillo alcanzar 10 objetivos que valgan 1 punto, que no intentar alcanzar un objetivo que valga 10, más que nada porque si no lo consigues te quedas con 0 puntos y puede que sin ganas de intentarlo más.
Y luego está la verdadera esencia, esa que nos hace estar locamente ilusionados en algo por pequeño e inútil que parezca. Esa que nos remonta a la infancia, cuando jugar con un juguete caro de Fisher Price no era nada comparado con jugar con tus amigos con una simple pelota de plástico de Nivea.
Si nunca olvidamos este hecho tendremos todas las posibilidades de mantener la ilusión siempre caliente e intacta que en el fondo es lo único que importa. Porque es muy difícil ganar siempre, y además cuando uno esta acostumbrado a ganar se olvida de lo bonito que es perder pero disfrutando del partido.
CONCLUSIÓN
Este post y toda su reflexiones están basadas en esta maravilla de video que he descubierto por la red y que realmente es todo un tratado de intenciones para la vida.
Una lección de unos niños que ojalá no olvidemos nunca, ni ellos ni nosotros. Será el mejor indicativo de que estamos disfrutando de este partido independientemente de cual sea su resultado final.